viernes, 15 de mayo de 2009

Como superar la crisis



Deberíamos preguntar a nuestros mayores como lo hicieron ellos.
En el libro `` Vidas de perro´´
Antonio Martos López cuenta como algunas personas vivieron una crisis que no fue nada fácil.
Lo recomiendo.


Breve relato del libro`` Vidas de perro´´


A Mario le ha dado su madre dos pesetas con cincuenta para que se acerque a la tienda de Mariana y compre algunas cosas, además de ir a buscar el racionamiento. Mucho cuidado con el cambio, le ha encargado al salir. En la calle se cruza con una multitud de vendedores ambulantes, niños harapientos como él empujando los carros de mercancía y ayudando a sus padres en el negocio. Abundan los puestos de frutas y verduras, e incluso algunos de carne y pescado, sobre todo sardinas a las que hay que estar continuamente espantándoles las moscas. Se pregunta de dónde pueden traer el pescado a la ciudad si el mar debe de quedar lejísimos, al menos a cuarenta kilómetros. Entre tanto griterío se confunden los sones del organillo que hace funcionar un ciego en plena calle con un perro legañoso recostado a sus pies.
Para llegar a la tienda de Mariana debe pasar forzosamente frente a la botica. Allí hay siempre apostado un arrabalero de aspecto enteco con una mano extendida suplicando caridad, las mejillas húmedas de saliva para inspirar más compasión. Mario los conoce bien a todos ellos y desconfía. Sabe lo organizados que están, liderados por un tal Borja al que siguen y obedecen, y que pueden llegar a ser violentos. Cruza la calle para no pasar junto a él, y éste se lo queda mirando con una sonrisa medio torcida y desafiante.
Por último entra en la tienda.
-¡Hombre, Mario, cuánto tiempo sin verte!
Mariana está terminando de despachar a una cliente y se dispone a cobrarle.
-Buenos días, señora Mariana.
La tendera sacude la papada y gorjea:
-Señora Mariana, ay... por Dios. Qué niño tan educado. Es un primor, lo que yo digo. ¿Verdad que es un primor? -La señora asiente y sonríe, mete la compra en la cesta y sale-. ¿Qué te pongo, rico?
-Medio kilo de harina, un cuarto de jabón y dos huevos.
-¿Huevos? Vaya... ¿son para ti?
-No, señora; son para mi padre. Está en cama con fiebre.
Sobre la oronda cara de Mariana se trasluce un gesto de pesadumbre mientras va preparando el pedido.
-Dile entonces que se los tome con vino. Es mano de santo, lo que yo te diga.
-Sí, señora.
Agarra la bolsa que ella le tiende, con cuidado de no aplastar los huevos, coge los cinco céntimos de vuelta y se despide. Sigue un itinerario similar para regresar a la calle Quesada, más conocida por «el callejón». Su casa es la última de la acera de los números impares, junto al pozo ciego excavado en el subsuelo donde los ocho vecinos acuden cada día a vaciar los orinales por carecer todos ellos de excusado. En la tormenta de hace dos años el pozo se llenó, anegando el callejón con toda clase de inmundicias. Durante varios días pudo contemplarse un enjambre de ratas muertas flotando entre ambas aceras, con las que los niños se entretenían hundiéndo1as a pedradas. Hasta que por fin el ayuntamiento se decidió a limpiar la calle y sanear el pozo por temor a una epidemia de tifus.
Mario encuentra a su madre junto a la chimenea, preparándose a encender el fuego. Su hermano menor, Lucio, de catorce meses, se distrae babeando con un mendrugo de pan en un rincón, sobre una pila de trapos.
-¿Lo has traído todo?
-Sí, mamá.
-¿Y el racionamiento?
-También.
Deja en la mesa la bolsa con las vituallas y el dinero.
-¿Cuánto te ha sobrado?
-Cinco céntimos.
Dolores se acerca a la mesa, coge el dinero y se lo guarda en el delantal. Luego escancia un poco de vino de un garrafón en un vaso y añade otro tanto de agua. Guarda uno de los huevos en un tazón de la alacena y casca el otro sobre el vaso de vino.
-Llévaselo a tu padre -dice. Se acerca al pequeño Lucio con las cáscaras en la mano, rebaña el interior con un dedo y se lo pone al niño en la boca. Lucio se olvida del mendrugo y chupa con deleite el dedo untado de clara.
La habitación matrimonial permanece casi a oscuras. Sólo al cabo de unos segundos los ojos de Mario logran abrirse paso a través de la penumbra y localizan el bulto horizontal y resollante que es su padre.
-Te he traído un huevo con vino, papá.
Él consigue incorporarse entre quejidos y reniegos.
-Gracias, hijo.
Bebe de un tirón el vaso de vino con el huevo dentro, y luego se queda chasqueando la lengua unos segundos antes de decir:
-Tu madre ha vuelto a aguarme el vino. Está siempre igual. Ni que un poco de vino nos fuera a sacar de pobres.



este libro se puede encontrar en la editorial REY ALÍ

martes, 7 de octubre de 2008

Lo que nunca habría escrito Stephen King lo escribió : Antonio Martos López



Pequeño parrafo del libro:

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE (Antonio Martos López).

Delia podía tener sólo nueve años, pero en su cabeza ya empezaba a forjarse algo funesto y sombrío que se resistía a ale­jarse de ella.Delia caminó dos pasos hacia su padre. Quería hablar contigo.
- De esas cosas que hacéis los mayores.
- ¿A qué cosas te refieres, Delia?
- Sabes bien a lo que me refiero...- hizo una pausa para tragar saliva. El rubor se había extendido ya a toda su cara-. Mamá sufre mucho cuando lo hacéis y a mí no me gusta verla así. Ayer..., bueno, anoche la escuché vomitar desde mi habitación y... además la sentí llorar. Yo sé que esas cosas las hacéis los mayores, que es normal y todo eso..., pero por favor, no vuelvas a obligarla a hacerlo si no quiere- volvió a tragar saliva mientras sus ojos empezaban a inundarse de lágrimas-. Cuando necesites eso..., bueno, pues he pensado que tal vez puedas hacerlo conmigo y dejarla a ella tranquila. No... No quiero ver que sufre haciendo algo que...